Entonces, para seguir con la conversación que estábamos teniendo, se trata de permitirnos ser adultas sin dejar de maravillarnos con las sirenas, los espíritus del fuego, las palabras del mar. Abrazarnos a ellos con la convicción y responsabilidad que es habitar esta tierra en esta época. Animarnos a contar las historias que liberen a la apasionante búsqueda de verdad de su encierro en esta cárcel de razón, que tiene características tan poco razonables que nos están llevando al colapso sin que siquiera podamos sentirlo.