UNA CASA SIN PAREDES
EL LUGAR DE ENCUENTRO Y COMUNIDAD DE SOLEDAD BARRUTI.

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Nada es verdad salvo la selva que está siendo asesinada. Anoto eso en mi cuaderno y camino por las calles de Auzilândia, un pueblo habitado por un puñado de gente que parece haber sido aislada por el ruido y la contaminación de un tren minero. Este lugar también era selva y ahora es un paraje hecho de calor y despojos: palmeras escuálidas; alguna que otra vaca blanca, pacíficas y demoníacas, pobres vacas, comiéndose los pastos que quedan entre la tierra seca revuelta; y hombres y mujeres y niños olvidados a la vera de negocios que se enuncian cada día más prósperos: sojales, ganadería, minería.

En el Estado al nordeste de Brasil en donde me encuentro, Maranhao, el 80 por ciento de la selva ya no está. Eso quiere decir muchas cosas. Sobre todo que ahí queda un 20 por ciento que aún respira y late y sueña y crea y existe. Hermosa, feroz y rotunda. Repleta de hojas, lianas, raíces, hongos, plumas, escamas, piel, colmillos, aguijones, perfume, zumbidos, espesura, sudor; y cantos y gritos y sangre y latidos y ojos. La selva viva está en un peligro terminal mientras la posverdad que la desaparece anuncia exportaciones y dólares a montones, acumulando pobreza y violencia…

Este artículo fue publicado en ElDiarioAr (Argentina), ElDiarioEs (España), Cerosetenta (Colombia), Pie de Página (México), Zona Docs (México), Prensa Comunitaria (Guatemala), Enquet’Action (Haití) y Sumaúma (Brasil)

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