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—No te preocupes por mi comida, mamá, ya pedí Rappi. 

El asunto empezó a los pocos días de declararse el confinamiento preventivo y obligatorio por Covid 19 mientras mi hijo empezaba a transitar su último año de escuela secundaria. Primero fue una propuesta tímida y espaciada. No sabría decir cuándo se instaló como norma, pero en algún momento de la cuarentena cada dos o tres días tocaba el timbre de casa algún chico en bicicleta cargando el mochilón térmico de donde salía una bolsita de papel madera manchada de aceite.  

En estos meses eternos de insomnio y clases por zoom, la comida de llegada rápida fue para Benjamín lo que para muchos: respiro, espacio de fuga, estímulo de dopamina para elevar los centros neurálgicos del placer que la pandemia aplastó. Mi hijo pidió en un año más de cien hamburguesas, y llegó así al promedio colectivo nacional (que aún sigue en franco crecimiento). 

Dos medallones de carne de 150 gramos cheddar liquid, cuatro fetas de panceta, cebolla crispy, papas fritas, bol de barbacoa. 

Dos medallones de carne de 250 gramos, dos fetas de panceta, dos fetas de cheddar, cebolla morada, pepinos agridulces, ketchup y mostaza, papas fritas.

Medallón 350 gramos, queso cheddar, fideos moñito, panceta crispy y papas. 

Cuatro medallones, queso cheddar, pepinos, lechuga morada, pan brioche untado en manteca. 

Este artículo fue publicado en Anfibia (Argentina), Ctxt (España), Cerosetenta (Colombia), Pie de Página (México), ElDiarioAr (Argentina), Enquet’Action (Haití) y  (Brasil)

“Sabemos que otra pandemia será inevitable. Está llegando. Y también sabemos que cuando esto pase no vamos a contar con suficientes drogas, ni con vacunas, ni trabajadores de la salud, ni capacidad hospitalaria”, dijo en 2004 Lee Jong-wook, entonces director de la Organización Mundial de la Salud. El discurso tuvo lugar mientras el planeta intentaba recuperarse del susto había emergido con la gripe aviar que brotó en Hong Kong en 2003. El médico advertía ahí algo que era muy difícil de escuchar: que un brote peor podría ocurrir en cualquier momento.  

En 2009 por ejemplo. Cuando otro virus saltó de un cerdo para convertirse en la Gripe A que se disparó de México a todo el mundo. O en 2012 cuando de los camellos de Arabia Saudita brotó el MERS que alcanzó contagios en 27 países.  

“A los misiles no, a los virus es a lo que hay que temer”, decía Bill Gates en la Ted Talk que dio en 2015, luego de que en 2014 el Ébola rompiera los límites del murciélago para convertirse en pesadilla de los humanos. 

Este artículo fue publicado en Anfibia (Argentina), Ctxt (España), Cerosetenta (Colombia), Pie de Página (México), Zona Docs (México), ElDiarioAr (Argentina), Enquet’Action (Haití) y  (Brasil)

Qué arda

Los terneros comían el pasto verde selva que crecía frondoso sobre la tierra húmeda. Tenían los morros rosados y los cuerpos gordos y calientes marrones, negros, manchados de blanco. Sus cueros brillaban nuevos y limpios porque el cielo era todo diáfano, como si el aire sobrara y el horizonte hubiera sido siempre así: infinito.  

Fue hace 10 años. 

 En el borde invisible que disuelve la provincia de Chaco con otra,  Santiago del Estero. Al norte de Argentina empezaba a imprimirse el holograma que vendemos al mundo cada vez que le vendemos carne.  

Lo vi y me pareció bucólico aunque en verdad era monstruoso. 

Prosperidad y abundancia dice la imagen que no muestra nada de lo que hay detrás: lo que cuesta armar ese campo; la destrucción, la muerte, el sinsentido que lo alimenta; las topadoras, los incendios, los venenos que en estos días de pandemia continuaron sin pausa arrasando cientos de hectáreas al día en todo el país.

Este artículo fue publicado en Anfibia (Argentina), Cerosetenta (Colombia), Pie de Página (México), ElDiarioAr (Argentina), Enquet’Action (Haití) y  (Brasil), 

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La lista de cosas que no tienen los habitantes de Avia Terai incluye agua corriente, un hospital en condiciones y asfalto en la mayoría de las calles. Que alguien en ese pueblo polvoriento y caluroso de poco más de cinco mil habitantes ubicado en el pobrísimo corazón del norte argentino conozca a una estrella de rock europea es improbable. Pero de algún modo ocurrió. Y ocurrió gracias a la lista de cosas que sí tiene Avia Terai: un número insólito de periodistas internacionales y un número aún más insólito de niños enfermos que los atrae. En 2013, un censo realizado por la misma comunidad contabilizó 101 menores discapacitados. El pueblo no tiene una escuela para ellos. Lo que sí tiene es la posibilidad de participar en Mombay, la única comparsa de discapacitados del país, a la que los chicos del municipio de San Martín, del que este pueblo es parte, asisten cada carnaval, en un extraño acto de celebración o de fe. Algo que también parece haber de sobra por acá.

Este artículo fue publicado en Revista Gatopardo (México)

Las últimas horas de la vida anterior al confinamiento por la pandemia las pasé en el supermercado, agolpada en una muchedumbre que buscaba cloro. Como yo, había muchas personas concentradas en puntos clave: las góndolas de limpieza y alacena. Los carritos de compras rebosaban de desinfectantes, antibacteriales, jabones de todo tipo y, claro, papel higiénico. También latas de carne, atún, garbanzos, fideos, harina, galletitas, jugos, comestibles congelados.

La ansiedad y el miedo son contagiosos. Actúan juntos y provocan reacciones que nos lleva de la acumulación de cortisol y adrenalina a la acumulación de las cosas que creemos que nos darán protección ante la amenaza. Y en la crisis por la COVID-19 esas cosas han sido alcohol en gel y comida ultraprocesada: productos enlatados, con nutrientes agregados, que en lo posible duren hasta 2024.

Este artículo fue publicado en The New York Times (América Latina)

—Cuidate —me dijo una científica cuando le conté lo que me había pasado—. La táctica de Monsanto es siempre la misma: primero intentan con la seducción, si no funciona te difaman y si seguís molestándolos, te demandan.

Hacía un mes que mi libro, Malcomidos, estaba en la calle: en 465 páginas dice Monsanto sólo 27 veces. Sobre la empresa en particular no cuenta nada que no se haya contado antes: que la compañía ingresó a nuestro país hace 50 años como una empresa de plásticos y que en 1996, aprovechando la plataforma menemista de ensordecimiento público, se consolidó para instalar su experimento de cultivos transgénicos a campo abierto y en la comida de todos.

Este artículo fue publicado en Revista Anfibia (Argentina)