Un día el gobierno de la ciudad asesinó al árbol inmenso, precioso, repleto de florcitas violetas, frutos anaranjados, nidos e insectos que estaba en la puerta de la casa. Un paraíso. Nunca imaginé que eso me abriría un mundo que hoy agradezco y atesoro, en su dolor y su belleza.
Inicié una causa legal al gobierno de la Ciudad por ese hecho: es un proceso largo, que tiene en el escrito a mi hija como un ser humano de cuatro años que tiene el derecho a vivir en un mundo vivo. Eso obliga a que en cada audiencia este presente la defensoria del menores y a que, capaz, quienes están ahí reunidos se planteen otras cosas.
Cada árbol está vivo y solo por eso importa.